Tengo
que reconocer que acudía a la galería Astarté con una idea
preconcebida bastante negativa, quizás influenciado por los
comentarios que había oído de mis compañeros en clase, sobre la
exposición que hasta hace poco les ha ocupado de Florentino Díaz.
Ahora puedo decir que estaba terriblemente equivocado, que no ha sido
para tanto. Quizás no haya sido la exposición de mi vida, porque
espero me queden muchas más por visitar, pero creo que tiene su
encanto. Y sobretodo creo que tiene, o al menos yo consigo sacar una
reflexión que muchas veces ha merodeado mi cabeza pero hasta
entonces no me había atrevido a plasmar sobre el papel.
Digo
esto porque leyendo la pequeña nota que nos deja Florentino
introduciendo lo que acontinuación vamos a ver, consigue crearme una
idea que iré desarrollando poco a poco a lo largo de mi paso por la
galería. La nota de Florentino dice así: "En primer lugar
están una serie de obras realizadas de forma muy sencilla con madera
sacada de puertas encontradas en contenedores, algunas de ellas con
casi dos siglos de vida, lo que hace que hayan sido testigos
mudos de acontecimientos a los que nunca podremos acceder y
que de alguna manera estarán presentes en el resultado final.”
La frase
subrayada es para mi la clave. Eso es lo que enciende mi pequeña
bombilla imaginaria y hace que en mi cabeza comiencen a encajar todos
esos engranajes que hacen posible un sinfín de fantasías,
sinsentidos y demás locuras. Es eso, la reutilización de esa madera
anteriormente ya usada , que en un pasado formó parte de puertas con
más años que Matusalén y mil y una historias por contar. Quizás
ese trozo de madera insignificante, que no nos dice nada, que no
parece tener nada de especial, que está ahí formando parte de una
composición que ahora unos cuantos llaman arte, anteriormente
formaba parte de una inmensa y majestuosa puerta de la morada de
algún importante militar franquista; o una pequeña puerta que
llevaba al sótano encubierto de alguna casa judía donde se reunían
a rezar de forma clandestina los judíos en época de los Reyes
Católicos antes de ser expulsados de la Península; o puestos a
imaginar, la puerta que conducía a un pasadizo secreto que ocultaba
misterios un tanto tenebrosos... ¿Quién sabe la cantidad de
“testigos mudos”, como bien dice Florentino, de los que habrá
sido participe ese trozo de madera? ¿Y esa silla? ¿Qué me decís
de esa pequeña silla típica de pupitre de escuela, que utiliza
Florentino en alguna de sus composiciones? Quién sabe cuántas
posaderas habrán pasado por esa brillante y pulida superficie?
Quizás por ahí pasó el trasero más prieto y deseado por todos los
chicos del instituto; o era la silla del castigado, esa que
permanecía al final de la clase y su uso era expresamente para
marginar a ese pequeño revoltoso que no cesaba en sus diabluras. Y
como estas un sinfín de imaginarias, porqué no, posibles historias
cotidianas.
No se a
vosotros pero a mi que a partir de una pequeña obra de arte como
puede ser Cada día me parezco más a Mortadelo o
La casa desolada, L.M.E. se
nos habrá un inmenso abanico de posibilidades que poder imaginar,
que poder divagar, que poder contemplar con otros ojos, los ojos de
un soñador me parece algo fascinante. Y es esto lo que ha conseguido
causar en mi Florentino, me ha abierto la mente a otros mundos me ha
dejado fantasear, me ha dejado soñar con su obra sin tener que
ceñirme a un único significado y eso es lo que más le honra.
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